Desde el año 2001 hasta la actualidad, los drones han acabado con la vida de más de 3.000 personas solo en Pakistán mediante cerca de 350 ataques coordinados por el Gobierno estadounidense. De esa cifra, aproximadamente un 20% eran víctimas civiles.
Los datos anteriores, que fueron expuestos por el congresista norteamericano por Florida, Alan Grayson, no son los únicos que dejan estos aparatos capaces de destruir bloques de edificios enteros con solo pulsar un botón. Entre los años 2013 y 2014, las muertes provocadas por estos artefactos ascendieron a casi 4.000 víctimas en todo el mundo, siendo Pakistán, Yemen y Somalia los países que más víctimas concentran. Se calcula que Estados Unidos tiene en su poder más de 7.000 drones, y desde la ONU aseguran que al menos 70 países disponen de ellos en su arsenal bélico.
Pero, ¿quién regula el uso de estos vehículos? La Agencia Estatal de Seguridad Aérea en España (AESA) ha publicado una nota informativa en la que se detallan las restricciones en cuanto a drones en España. Y éstas son claras: están prohibidos. “No está permitido, y nunca lo ha estado, el uso de aeronaves pilotadas por control remoto con fines comerciales o profesionales”, destacan desde la AESA en el documento. Sin embargo, los drones son tan nuevos que se encuentran en una especie de ‘limbo legal’.
Así, pese a estar considerados como aeronaves, lo que haría que tuvieran que acogerse a los artículos 150 y 151 de la Ley 48/1960 sobre Navegación Aérea y necesitar una autorización de la AESA para poder pilotarlos, la asociación no puede emitir dicho permiso porque aún no hay una base legal para ello. Por si fuera poco, cada comunidad autónoma tiene su propia legislación al respecto. Y una situación similar se repite en casi todos los países del mundo. Al no haber legislación específica con respecto a estos aparatos, la regulación de los mismos es inexistente.
La deshumanización total del conflicto
Con un soldado apretando un botón a miles de kilómetros, como si de un videojuego se tratase, uno de estos vehículos puede borrar un edificio entero en segundos. “Deshumaniza el conflicto, y como soldado, ni siquiera creo que llegues a comprender el alcance de lo que has hecho”, afirma Juan Carlos García, veterano del Ejército del Aire de España. “Las nuevas tecnologías bélicas han ido trayendo nuevas formas de matar en las que el principal objetivo es acabar con lo más difícil de la guerra: el rostro humano. Si no puedes ver lo que matas, seguramente tu mente procesa que no has hecho nada, que se trata de algo parecido a un videojuego o una película”, destaca el veterano.
Para García, estos aparatos pueden llegar a tener usos más allá de la muerte o la violación de la privacidad, y, por esa razón, su regulación se hace imprescindible. “Se usan drones con cámaras térmicas para rescatar a los supervivientes de grandes tragedias, como los recientes terremotos en Nepal. La tecnología funciona así, puede ofrecer lo mejor y lo peor del ser humano, por eso siempre es necesaria una regulación, que en este caso está tardando demasiado en llegar”, resalta el militar, para añadir que el potencial de estos aparatos tan solo está siendo “aprovechado” para los fines equivocados.
Los pilotos de drones, diagnosticados de estrés severo
Según el periódico Rusia Today, en la actualidad cerca de 1.000 operadores de drones trabajan para las Fuerzas Aéreas de EE.UU. De estos, afirma el citado medio, alrededor de 240 han abandonado esta ocupación durante el último año, mostrando la mayoría de ellos principios de estrés postraumático y síntomas de estrés severo o depresión.
“El momento de la muerte puede ser traumático o no. Puedes ver como un misil vuela por los aires una escuela, o aniquila a un grupo de civiles, y sentir con mayor o menor intensidad”, comenta FGD, psicólogo por la UNED. “El problema viene de la repetición. Estás repitiendo la misma maniobra una y otra vez, reviviendo imágenes muy parecidas. Puedes insensibilizarte, porque no es lo mismo disparar a un civil a bocajarro que guiar un misil a un grupo de militares, pero el trauma de matar a un ser humano siempre irá más allá de una pantalla”, resalta el profesional.
Brandon Bryant es un militar estadounidense que operó las cámaras para pilotos de drones en bases de Nevada y Nuevo México durante cinco años. Tres años después de su última misión, aún sufre insomnio, depresión y pesadillas. Presenció directamente la muerte de 13 personas, y a su escuadrón de operadores se le atribuye la muerte de 1.626 enemigos. "Me iba a dormir y soñaba con el trabajo, la misión, y todo el tiempo veía a la gente a la que había visto en la pantalla antes, muriendo todo el tiempo en mi cabeza", afirmó Bryant en declaraciones a Rusia Today, para expresar también que se sentía solo ante lo que había hecho y que jamás podría hablar de ello con nadie.
“Al ser el operador el único responsable de la acción de la muerte, el trauma es aún peor. No lo ha hecho en defensa propia, por defender su vida o la de un compañero. Le han ordenado que pulse un botón y mate a gente, él lo ha hecho, y su cerebro lo sabe”, concluye FGD al ser preguntado por el caso del militar estadounidense.
Al mismo precio que una videoconsola
Si se introduce el término ‘dron’ en Google, los resultados no son solo enrevesados debates legislativos o disertaciones moralistas sobre las consecuencias de la deshumanización de la guerra. Los drones pueden comprarse, y, en España, hasta una reconocida tienda de comercio electrónico al por mayor los anuncia en su página web. ¿Los precios? Los habituales comienzan a partir de los 800 euros, pero los hay por menos de 500.
“Evidentemente, carecen de armamento alguno, pero sí que incorporan cámaras de alta resolución, autonomías de considerable duración y la posibilidad, en los casos más punteros, de controlarlos con el teléfono móvil”, comenta David Sáenz, estudiante de telecomunicaciones de la Universidad Autónoma de Madrid. Y es que las consecuencias no se han hecho esperar, habiendo sido detenidos ya varios periodistas por el uso de estos aparatos para conseguir imágenes exclusivas o videoaficionados que adquirían uno y lo sobrevolaban por recintos privados.
Así, con una regulación inexistente con respecto a estos aparatos, su utilización encubierta por los gobiernos de las principales potencias mundiales y su venta al por mayor a la población civil, los drones son una tecnología fuera de control hoy en día. Los drones pueden salvar vidas, pero también arrebatarlas. Ser el apoyo a las operaciones de rescate más difíciles o unos asesinos no tripulados. Y con unas cifras tan alarmantes en cuanto a las víctimas ocasionadas por ellos, solo una legislación adecuada podrá determinar si en un futuro cercano estos aparatos terminan por convertirse en un instrumento de ayuda o en armas de destrucción masiva.