La evolución del oso pardo en la Cordillera Cantábrica genera datos positivos. Situada en dos áreas contrapuestas, oriente y occidente, la especie aumenta progresivamente. A partir de los años noventa, el oso pardo inició una recuperación, especialmente en el área occidental. La incomunicación entre los dos núcleos en los últimos tiempos suponía un problema en la reproducción de la especie. No obstante, los flujos en el Corredor interpoblacional –zona intermedia entre ambas subpoblaciones- han fomentado una mejora. Esto se detectó por primera vez en 2008, con el cruce mixto entre un macho occidental y una hembra oriental.
La Fundación Oso Pardo (FOP) es una de las organizaciones dedicadas a la lucha por la protección del animal. Así, el pasado diciembre publicaba su “Estudio genético del oso pardo en el Corredor interpoblacional y en la subpoblación oriental cantábrica”. El proyecto ha contado con la colaboración de ENEL Green Power España y la ayuda del CSIC. La Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León también ha apoyado el proyecto. En él se refleja la importancia de los movimientos de ejemplares y, por consiguiente, de genes. Además, expone la influencia de la acrecentada población occidental –superior a los 200 ejemplares- en la pequeña subpoblación oriental. Se trata de un movimiento de occidente a oriente, generalmente de machos.
Para llevar a cabo la investigación, la Fundación ha analizado 152 muestras de pelos y excrementos de oso pardo. Los resultados generan márgenes positivos en el aumento del tamaño de las camadas. Además, provoca una mejora de la variabilidad genética –resistencia de la especie a cambios ambientales y enfermedades-. Se resuelve así un problema de aislamiento entre las dos subpoblaciones, a pesar de la corta distancia que las separa. Con una tasa de crecimiento anual del 11% aproximadamente, dicha especie continúa aumentando gracias a la reproducción de la osa.
La cifra crece pero las dificultades no cesan
En poco más de dos décadas, el número de ejemplares ha aumentado más del triple. Esto se debe, en gran parte, a la resolución de la incomunicación entre los dos núcleos. No obstante, la Fundación Oso Pardo declara para este medio que “aún quedan problemas por resolver. El furtivismo y la pérdida de hábitats nos siguen inquietando”. “No vamos a bajar la guardia”, añaden.
Los problemas de furtivismo, cada vez menores por la reproducción de oseznos, se acrecientan con el uso indebido de venenos. Los plaguicidas, que se pueden comprar legalmente en el mercado, acaban usándose ilegalmente contra los lobos. Esto, indirectamente, también acaba perjudicando a la especie protegida.
No obstante, los casos continúan existiendo. El pasado 16 de febrero un vecino de Belmonte fue acusado de colocar cuatro lazos metálicos para cazar de forma ilegal en la localidad de Llamoso, zona de distribución potencial del oso pardo. La Fiscalía considera la acción como un delito contra la fauna, además de tenencia ilícita de armas, por lo que pide para el presunto actor de los hechos 9 meses de prisión y una multa superior a 1.400 euros.
El hábitat, por su parte, está controlado y consta de un nivel de protección importante. El área cantábrica se integra en Red Natura 2000, una red ecológica europea de áreas de conservación de la biodiversidad. Así, los atentados contra el hábitat osezno son menores, aunque su uso público está lejos de lo ideal. Es un reto de conservación de la naturaleza resuelto con el apoyo de la Comisión Europea. Esta cooperación asegura a largo plazo la supervivencia de especies y hábitats europeos.
Ante esto, Javier Rodríguez, especialista en caza mayor y organizador de monterías en la finca La Campana, confirma el riesgo. “Un oso no tiene memoria genética, lo cría la madre”, asegura. Además, explica que los criados en cautividad carecen de instinto y de las enseñanzas maternas, impidiéndoles vivir en entornos salvajes. “Muchos se han quedado huérfanos y, cuando crecen, no son capaces de criarse en libertad con total autonomía”, añade. Por tanto, son precisas estas políticas y un control prolongado para asegurar una evolución favorable.
La desigualdad entre poblaciones genera controversia
El Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS) apoya esta iniciativa, pero muestra descontento con la gestión actual. Roberto Hartasánchez, director de FAPAS y especialista en conservación del medio natural en España, declara: “Nosotros tenemos diferencia de criterios. Es evidente que la población oriental está desapareciendo. Se mantiene exclusivamente por el refuerzo poblacional del oso occidental, que evita la extinción del oriental”.
Así, el experto reitera su visión negativa ante la recuperación del oso oriental, aunque sí reconoce la occidental. “La población minoritaria pierde ejemplares progresivamente, y todo por una mala gestión de la Junta. El flujo existente entre ambos núcleos no prospera porque mueren”, añade. Según la organización, la mortalidad en el área oriental impide que la población evolucione favorablemente, a diferencia de la occidental.
Hartasánchez expresa que dos áreas que hace 25 años estaban igual, ahora se diferencian enormemente. Mientras una aumenta, otra disminuye. “Hay un gran contraste porque no se ha aplicado el mismo criterio. En el Valle del Trubia, en la zona occidental, en 2003 no había hembras reproductoras, y ahora hay diez. Hay un control del furtivismo y una preocupación por la supervivencia de las crías. Eso también debería hacerse en la oriental”.
Nuevas tentativas de mejora
Tras los progresos obtenidos, la Fundación Oso Pardo se plantea nuevos retos. Pretende cuidar el apoyo social, supervisar la aparición de ejemplares conflictivos, y proteger las políticas de prevención de daños. Ésta, junto a otras asociaciones u organizaciones encaminadas en la lucha por la protección del animal, descubren carencias aún existentes.
Según estudios, los habitantes del área rural adoptan una actitud neutra o positiva ante el oso cantábrico, es decir, en ningún caso muestran rechazo hacia él. Esta percepción social se consigue con la implicación de todos en la gestión y conservación de la especie. Además, es importante estimular la imagen positiva del oso, ya que forja una marca regional, y fomenta el comercio y el turismo.
Este apoyo puede verse deteriorado por el miedo, el desprecio o la inquietud. Por tanto, la Fundación pretende proteger a la sociedad de la aparición de ejemplares que generen conflicto con los humanos. Aunque no es frecuente, los oseznos jóvenes se habitúan al entorno, son familiares. Esto puede provocar indiferencia ante la presencia humana, convirtiéndose en un problema.
Finalmente, las políticas de prevención de daños también ocupan un puesto importante entre las nuevas preocupaciones. La austeridad y falta de liquidez de las comunidades autónomas está deteriorando el sistema. El pago de daños efectivo y la resolución de conflictos derivados del uso público, se desvanecen ante la crisis económica. Se espera que, con nuevas reformas y medidas, el oso pardo pueda desarrollarse y continuar creciendo en número; recuperando una especie que se creía prácticamente perdida.