También conocido como depresión invernal, su historia se remonta a 1984 cuando el doctor Norman E. Rosenthal
relacionó la depresión estacional con los días más oscuros del invierno y hoy, es un diagnóstico clínico aceptado globalmente por la comunidad médica.
Su causa principal se debe a una alteración en nuestros “relojes biológicos internos” por los cambios de los patrones de la luz del sol. La melatonina también se ha relacionado con este trastorno. Se trata de una hormona, relacionada con el sueño, secretada por la glándula pineal en el cerebro y que su producción aumenta cuando los días son más cortos y oscuros.
Según la Asociación Nacional de Salud Mental (National Mental Health Association) la edad de aparición de la SAD es entre los 18 a 30 años y tres de cada cuatro enfermos son mujeres. Este trastorno afecta a medio millón de personas entre los meses de septiembre y abril, registrándose el mayor número de diagnósticos en diciembre, enero y febrero. Un 7% de la población en Reino Unido sufre la depresión invernal en estos meses y la gravedad del trastorno depende tanto de la vulnerabilidad de la persona a la enfermedad como de la situación geográfica. En los lugares donde es más largo el invierno, la posibilidad de padecer dicha enfermedad puede aumentar hasta diez veces.